
Es muy normal que en el proceso elección de un tipo de letra para un logotipo, nos fijemos sólo en letras regordetas. Mucho más aún si el nombre de la empresa es de pocas letras, y aún más, si el logotipo es sólo tipográfico.
Es muy normal que en el proceso elección de un tipo de letra para titulares o encabezados, nos terminemos fijando sólo en letras obesas. Mucho más si la frase que se pretende gritar es corta y acertada.
¿Por qué pasa esto?
En artículos anteriores hablábamos de la importancia de la idiosincrasia de la forma de las letras a la hora de expresar. Las tipografías gorditas por lo general poseen una presencia y un carácter fuerte que las hace muy especial, aunque sean herederas formalmente de trazos que funcionen igual en versiones más livianas de la misma letra. Las tipografías de trazo grueso definitivamente poseen un vozarrón, y lo que digan, definitivamente es dicho con una fuerza especial.
En este artículo analizaremos el origen del diseño de las letras gorditas. Junto a éste análisis, es esperable que la creación y la elección de ellas sea mucho más sensitivo.

Existen muchas tipografías obesas que gozan de tiempos en que no lo fueron. De hecho, fueron pensadas para que funcionen en otros contextos, y si engordaron fue únicamente porque el diseñador que la creó, se engolosinó creando completas versiones de peso, pensando en cubrir todas las posibilidades de elección (ultralight, light, book, normal, semibold, bold, black, ultrablack).


Es sabido que los factores y requerimientos para el diseño de una tipografía de texto son diferentes a los de una tipografía de titulares, ya que cumplen funciones diferentes (relatar y llamar, respectivamente). Si las exigencias para una y otra son diferentes, los conceptos de diseño también pueden ser diferentes.

Una de las maneras de calificar el éxito de una tipografía de texto, es midiendo el gris de trama que produce la caja (relación blanco-negro).
En una tipografía gordita, no existe esa preocupación, por lo que la variación de sus trazos, serifas, gotas y terminaciones, pueden ser diseñadas con pesos ópticos y criterios totalmente estéticos, por sobre la obsesión de la sistematización de pesos que requieren las de texto. La exageración de grosores y groseras combinaciones de contrastes pueden estar permitidas si el resultado lo amerita. (clic en la imagen para ver a tamaño real)

Imaginemos una tipografía gordita, muy gordita.
Hagámosla engordar más y mucho más, hasta que le cueste reconocerse a si misma. Hasta que pierda completamente su forma interior y sea leída más bien por su contorno exterior.

Es interesante también, cómo se le pueden atribuir a la forma de las letras, calificativos que caracterizan a los seres humanos (ultraflaco, flaco, esbelto, normal, rellenito, gordo, muy gordo, y mórbido).

Olvidémonos un rato del trazo. Cerremos los ojos e imaginemos que tenemos un bloque para diseñar una letra, olvidémonos de la relación de trazos, contrastes y todas esas cosas. Dediquémonos a sacar un poco de material de ese bloque, para crear letras.
A eso se le llama dibujar la contraforma.

Si bien, entre los tipógrafos es muy normal diseñar sus alfabetos a pensando siempre en la sistematización de contraformas, nunca es más importante que el diseño de sus trazos.
En las tipografías gorditas la proporción es inversa, y como lo muestra el ejemplo, la tipografía es comprendida gracias al blanco de la contraforma.

Cuando las letras dependen de otro tipo de conceptos a los anteriormente mencionados, y se preocupan más que nada a serle fiel a una grilla base, ya sea geométrica o de otro tipo, hablamos de tipografías de grilla. Éstas engordaron a partir de un parámetro x, definido por factores netamente estéticos, y su consistencia de trazos y contraformas está determinada por la fidelidad a la grilla, por sobre los conceptos de legibilidad y balance de la proporción de trazos y la relación blanco-negro.
Desde la aparición de Fontstruct, la proliferación de este tipo de tipografías ha aumentado muchísimo.