
Claro, quienes las emitían eran personajes con mucha experiencia en el diseño que por supuesto no han conseguido el respeto de sus pares por que sí.
Curiosamente mientras más sabes, te vas dando cuenta que van apareciendo cada día más negaciones que a la hora de poner a prueba la creatividad, salen a luz.
A priori sabes los colores que nunca quedan bien, las imágenes que no sirven, tamaños y composiciones que no debes usar, anchos de columna prohibidos, y obviamente las tipografías que jamás usarás, por horrendas. A ese proceso se le llama ir ganando experiencia.
Con el tiempo, y no entiendo por qué, me he ido dando cuenta que mi evolución de la experiencia es absolutamente contraria a la del resto de las personas, y en vez de ir cerrando mi espectro de posibilidades de elección de recursos gráficos, se ha ido abriendo en forma de: “se que no me va a funcionar, ¿pero por qué no probar?”. Es así como he ido descubriendo de a poquito un mundo nuevo a la hora de diseñar: el mundo de lo prohibido. De alguna manera, nada queda descartado hasta que me asegure de que no resulta.
Es así como empecé a poner en tela de juicio la primera ley del diseño gráfico y tipográfico: NO USES TIPOGRAFÍAS GRATUITAS.
Claro, habiendo tanta tipografía bien hecha llegar y comprar, ¿por qué ir a buscar una tipografía gratis que no tiene acentos, ni números, ni signos básicos, ni versiones itálicas, que no tienen pares de kerning, más encima están mal trazadas, muchas veces mal conceptualizadas y mal resueltas técnicamente?. (puede hacer click sobre las imágenes para verlas a tamaño real)

Voy a contar un caso personal. Mientras trabajaba para una agencia, surgió un encargo urgente de una empresa que no tenía el tiempo de comprar tipografías. Había que arreglárselas con lo que haya. Mi primera idea fue ir a Dafont, y tratar de encontrar algo que me sirviera.
Necesitaba hacer un par de etiquetas para una línea de moda infantil, y esta tipografía fue la que supuse que más me iba a servir. La fuente tenía todo lo que no me servía, pero a la vez, todo lo que necesitaba para que mi diseño fuera bueno, bonito y barato.

-No me gustaba esa textura externa que tenía.
-No me gustaba el grosor que tenía
-No me gustaba lo cerradas que estaban las contraformas
-No me gustaba que las letras estuviesen tan sistemáticamente desordenadas
- No me gustaban los puntos de unión entre trazos
- Y por último no me gustaba la diferencia de la espontaneidad de los trazos (unos muy cuidadosamente trabajados y otros muy torpemente resueltos)
Lo que si me gustaba:
-El concepto base de la letra.
-El carácter informal que posee
-La proporción de ascendentes, descendentes y altura x
-La trabajabilidad que me ofrecía
-La legibilidad de su forma
-Y por último, la relación romana-manuscrita que poseía.


Creo que muy pocas veces el proceso de elección tipográfica había sido tan corto como el de ese día, y jamás tuve un resultado tan espontáneo y versátil como el que logré.
En fin, con este artículo no pretendo crear conciencia de usar tipografías gratuitas a destajo, sino que a veces es muy bueno retroceder varios pasos, para volver a mirar lo inmirable, y tener la altura de mira para rescatar lo bueno de las tipografías “menos académicas”.
